La publicidad nos bombardea de manera constante en nuestros recorridos por la ciudad. Oscar Brahim, maneja un taxi durante catorce horas diarias en Buenos Aires para mantener a su familia. En su eterna deriva, se da un roce obligado con la publicidad, es ahí cuando aparecen sus intervenciones; sus ready-mades; sus collage. Oscar lee y entiende los códigos del diseño para reutilizarlos en una acción artística y da un nuevo sentido a las piezas gráficas que invaden cada día más nuestras calles.
Se pueden identificar dos posibles resultados producto de este bombardeo mediático. Por una parte podemos hablar de un proceso de “colonización de las almas” de los individuos por parte del sistema capitalista y su incesante ataque publicitario, por otro lado podemos identificar la total anestesia provocada por este mismo bombardeo continuo.
En “La colonización de los signos”, Eduardo Subirats hace referencia a los “procesos coloniales modernos” (s.f., p.145) a los cuales nos vemos enfrentados hoy en día. Sin duda que el modelo norteamericano, a través del capitalismo, puede ser comparado con los grandes procesos colonizadores españoles que comenzaron en el siglo XVI. No obstante los paradigmas y los ejes centrales han cambiado, la publicidad es al capitalismo lo que la religión era a la colonización española. Como bien lo explica Subirats, el proceso de colonización cuenta de tres tiempos, en primer lugar podemos identificar “la destrucción simple de los símbolos de las culturas conquistadas” (Subirats, s.f., p.145), luego se alcanza una etapa de integración en la que se establecen los nuevos sistemas sociales alternativos y por último nos vemos enfrentados a los que Subirats denomina “la colonización interior” donde queda borrado cualquier rastro de la cultura original y se suplanta por “la identificación con los valores espirituales y temporales del poder colonizador” (Subirats, s.f., p.145). Es en esta última instancia que el pueblo colonizado desarrolla una relación intrínseca con esta nueva cultura, tanto así que ni siquiera duda de ella, la adopta tal cual es. La publicidad se ha introducido en nuestra cotidianeidad de tal manera que ha alcanzado, en algunos individuos, este nivel de aceptación total e irrefutable. Esta situación es evidenciada en el documental en el momento que las personas se enfrentan directamente con Oscar. Su intervención consistía en reemplazar las cabezas de los bebés por monedas de un peso en un afiche de Benetton, “¿Por qué le pusieron eso? Se ve horrible, eran súper lindos los bebitos.” (Avruj & Morkin, 2004). Al ser demasiado molesto para los transeúntes, estos arrancan las monedas pegadas por Oscar del afiche. La publicidad se ha convertido, para algunos y sin siquiera cuestionarse, en expresión artística, capaz de realizar un aporte estético a la ciudad.
Los surrealistas veían la ciudad como “una fuente continua de estimulación y embriaguez” (Leach, s.f., p.66), para Benjamin “la mente es lo que es anestesiado a través de shocks continuos de la existencia contemporánea” (Leach, s.f., p.72). Es en esta situación, en la cual aceptamos de manera tan natural y como algo tan propio el bombardeo mediático, que podemos comprender como nos hemos visto completamente anestesiados por el proceso. La publicidad ha logrado mimetizarse de manera tan perfecta con nuestro entorno que ya ni siquiera nos percatamos de su presencia. Cuando Oscar interviene un afiche con una imagen del ex presidente Perón, esta pasa desapercibida, “y casi la mayoría no se da cuenta, […] nadie lo tocó a Perón” (Avruj & Morkin, 2004), nadie se extraña, simplemente por que nadie lo ve. Nos hemos convertido en seres inertes, donde no somos capaces de discernir, de pensar y tomar decisiones por nosotros mismos, hemos alcanzado un nivel total de aburrimiento existencial. La paradoja está en este círculo vicioso en el cual nos vemos arrastrados, donde la misma publicidad, una de las causantes de nuestra letargia, es la que trata de despertarnos de esta a través de más estímulos.
“Somos unos bichos que nos acostumbramos a todo, es como que estamos ya anestesiados” .” (Avruj & Morkin, 2004)
Sandra Hayvel