jueves, 30 de junio de 2011

El barrio Italia

Tomando historias de un lado y de otro, su contenido es repetitivo y estable; se multiplica como una clonación: más de lo mismo. Algunos sectores se pudren, ya no se ven, y se quedan conectados al cuerpo principal mediante pasajes gangrenosos. [El espacio basura, R. Koolhaas, p.02]
Pero más que sus cuerpos individuales, lo fascinante de ellas es el comportamiento grupal. [Ciudad hojaldre: Visiones urbanas del siglo XXI, Carlos García Vázquez, p.130]


Referencia



En el barrio



lunes, 13 de junio de 2011

La ciudad genérica + El espacio basura - Koolhaas


“El espacio basura siempre cambia, pero nunca evoluciona […]. Tomando historias de un lado y de otro, su contenido es repetitivo y estable; se multiplica como una clonación: más de lo mismo. Algunos sectores  se pudren, ya no se ven, y quedan conectados al cuerpo principal mediante pasajes gangrenosos.” El espacio basura

“La Ciudad Genérica es fractal, una interminable repetición del mismo módulo estructural simple” La ciudad genérica.

El centro está hecho para perderse. Las calles, todas iguales, se multiplican como una clonación. Un recorrido homogéneo por el centro da cuenta de la cualidad de basura del espacio santiaguino.
La huincha publicitaria, continua y omnipresente, opera bajo la repetición del mismo módulo estructural simple, es ahí donde aparece la fragmentación de la ciudad.

lunes, 6 de junio de 2011

Experimentado el centro de Santiago

"La Ciudad Genérica [...] no se mejora, sino que se abandona" Koolhaas, La ciudad genérica 


Generalmente cuando se va al centro es por algo preciso, a hacer algún trámite o comprar alguna que otra cosa, pero rara vez -por no decir jamás- a pasear. Eso que es propio de los turistas, de andar mirando para arriba con cara de asombro pasa difícilmente cuando se trata de la ciudad que habitas. Sin embargo la experiencia de la deriva nos entrega esa posibilidad, ir a errar por las calles del centro permite descubrir una nueva ciudad, esa ciudad que empieza a partir de los tres metros veinte de altura.

El centro de Santiago se ve como algo homogéneo, ya que todo lo que está a altura de los ojos es igual. Los bancos, comercios varios y los infaltables cafés con piernas se repiten eternamente, sin olvidar el decorado obligado de los avisos publicitarios. Toda esta monotonía no produce nada más que agobio. Sin embargo, al levantar la mirada, cuando miramos por sobre esta suerte de huincha continua aparece otra ciudad, una ciudad que desgraciadamente, da cuenta de una absoluta negligencia. Edificios patrimoniales abandonados a su suerte, en absoluto declive y con un riesgo permanente de sufrir ese "accidental" incendio para hacerlo desaparecer y permitir la llegada de las inmobiliarias, siempre listas para proponer una gran mole capaz de aprovechar al máximo el espacio disponible, ofreciendo hasta la increíble cantidad de trescientos departamentos en tan solo media manzana. Mientras tanto estos edificios patrimoniales, como el de las compañías de seguros ubicado en la calle bandera, no son capaces de envejecer con dignidad, no porque no sea capaces de hacerlo, sino que simplemente la ciudad no se lo permite. Una capa de inmundicia y polvo lo convierte en una masa gris de suciedad. Las ventanas, con sus vidrios casi todos quebrados, están tapadas con tablas de madera o rejillas para asegurar que nada ni nadie entre a ocupar el espacio despoblado. La ironía está en como estas soluciones se aseguran de impedir que el lugar sea habitado, pero por ningún lado aparece la intención de querer conservar y mantenerlo.

"Este dramático declive demográfico fue inevitable, acompañado por un descalabro urbanístico. El despoblamiento de la comuna se manifestó en el descuido de los espacios comunitarios y en la invasión de misceláneos negocios que rompían la armonía de la vía pública." Otano Garde, Santiago Plaza Capital.







"Secchi postulaba que la mejora de la calidad de vida debía acometerse sin dilapidar el territorio agrícola  y natural. La única manera de hacerlo, por tanto, era reutilizar la la ciudad existente."
García Vázquez, Carlos. Ciudad hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI. Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2004. 

Recorrido para un "Largo viaje"

domingo, 5 de junio de 2011

Oscar

La publicidad nos bombardea de manera constante en nuestros recorridos por la ciudad. Oscar Brahim, maneja un taxi durante catorce horas diarias en Buenos Aires para mantener a su familia. En su eterna deriva, se da un roce obligado con la publicidad, es ahí cuando aparecen sus intervenciones; sus ready-mades; sus collage. Oscar lee y entiende los códigos del diseño para reutilizarlos en una acción artística y da un nuevo sentido a las piezas gráficas que invaden cada día más nuestras calles.

Se pueden identificar dos posibles resultados producto de este bombardeo mediático. Por una parte podemos hablar de un proceso de “colonización de las almas” de los individuos por parte del sistema capitalista y su incesante ataque publicitario, por otro lado podemos identificar la total anestesia provocada por este mismo bombardeo continuo.

En “La colonización de los signos”, Eduardo Subirats hace referencia a los “procesos coloniales modernos” (s.f., p.145) a los cuales nos vemos enfrentados hoy en día. Sin duda que el modelo norteamericano, a través del capitalismo, puede ser comparado con los grandes procesos colonizadores españoles que comenzaron en el siglo XVI. No obstante los paradigmas y los ejes centrales han cambiado, la publicidad es al capitalismo lo que la religión era a la colonización española. Como bien lo explica Subirats, el proceso de colonización cuenta de tres tiempos, en primer lugar podemos identificar “la destrucción simple de los símbolos de las culturas conquistadas” (Subirats, s.f., p.145), luego se alcanza una etapa de integración en la que se establecen los nuevos sistemas sociales alternativos y por último nos vemos enfrentados a los que Subirats denomina “la colonización interior” donde queda borrado cualquier rastro de la cultura original y se suplanta por “la identificación con los valores espirituales y temporales del poder colonizador” (Subirats, s.f., p.145). Es en esta última instancia que el pueblo colonizado desarrolla una relación intrínseca con esta nueva cultura, tanto así que ni siquiera duda de ella, la adopta tal cual es. La publicidad se ha introducido en nuestra cotidianeidad de tal manera que ha alcanzado, en algunos individuos, este nivel de aceptación total e irrefutable. Esta situación es evidenciada en el documental en el momento que las personas se enfrentan directamente con Oscar. Su intervención consistía en reemplazar las cabezas de los bebés por monedas de un peso en un afiche de Benetton, “¿Por qué le pusieron eso? Se ve horrible, eran súper lindos los bebitos.” (Avruj & Morkin, 2004). Al ser demasiado molesto para los transeúntes, estos arrancan las monedas pegadas por Oscar del afiche. La publicidad se ha convertido, para algunos y sin siquiera cuestionarse, en expresión artística, capaz de realizar un aporte estético a la ciudad.
Los surrealistas veían la ciudad como “una fuente continua de estimulación y embriaguez” (Leach, s.f., p.66), para Benjamin “la mente es lo que es anestesiado a través de shocks continuos de la existencia contemporánea” (Leach, s.f., p.72). Es en esta situación, en la cual aceptamos de manera tan natural y como algo tan propio el bombardeo mediático, que podemos comprender como nos hemos visto completamente anestesiados por el proceso. La publicidad ha logrado mimetizarse de manera tan perfecta con nuestro entorno que ya ni siquiera nos percatamos de su presencia. Cuando Oscar interviene un afiche con una imagen del ex presidente Perón, esta pasa desapercibida, “y casi la mayoría no se da cuenta, […] nadie lo tocó a Perón” (Avruj & Morkin, 2004), nadie se extraña, simplemente por que nadie lo ve. Nos hemos convertido en seres inertes, donde no somos capaces de discernir, de pensar y tomar decisiones por nosotros mismos, hemos alcanzado un nivel total de aburrimiento existencial. La paradoja está en este círculo vicioso en el cual nos vemos arrastrados, donde la misma publicidad, una de las causantes de nuestra letargia, es la que trata de despertarnos de esta a través de más estímulos.

“Somos unos bichos que nos acostumbramos a todo, es como que estamos ya anestesiados” .” (Avruj & Morkin, 2004)


Sandra Hayvel