lunes, 6 de junio de 2011

Experimentado el centro de Santiago

"La Ciudad Genérica [...] no se mejora, sino que se abandona" Koolhaas, La ciudad genérica 


Generalmente cuando se va al centro es por algo preciso, a hacer algún trámite o comprar alguna que otra cosa, pero rara vez -por no decir jamás- a pasear. Eso que es propio de los turistas, de andar mirando para arriba con cara de asombro pasa difícilmente cuando se trata de la ciudad que habitas. Sin embargo la experiencia de la deriva nos entrega esa posibilidad, ir a errar por las calles del centro permite descubrir una nueva ciudad, esa ciudad que empieza a partir de los tres metros veinte de altura.

El centro de Santiago se ve como algo homogéneo, ya que todo lo que está a altura de los ojos es igual. Los bancos, comercios varios y los infaltables cafés con piernas se repiten eternamente, sin olvidar el decorado obligado de los avisos publicitarios. Toda esta monotonía no produce nada más que agobio. Sin embargo, al levantar la mirada, cuando miramos por sobre esta suerte de huincha continua aparece otra ciudad, una ciudad que desgraciadamente, da cuenta de una absoluta negligencia. Edificios patrimoniales abandonados a su suerte, en absoluto declive y con un riesgo permanente de sufrir ese "accidental" incendio para hacerlo desaparecer y permitir la llegada de las inmobiliarias, siempre listas para proponer una gran mole capaz de aprovechar al máximo el espacio disponible, ofreciendo hasta la increíble cantidad de trescientos departamentos en tan solo media manzana. Mientras tanto estos edificios patrimoniales, como el de las compañías de seguros ubicado en la calle bandera, no son capaces de envejecer con dignidad, no porque no sea capaces de hacerlo, sino que simplemente la ciudad no se lo permite. Una capa de inmundicia y polvo lo convierte en una masa gris de suciedad. Las ventanas, con sus vidrios casi todos quebrados, están tapadas con tablas de madera o rejillas para asegurar que nada ni nadie entre a ocupar el espacio despoblado. La ironía está en como estas soluciones se aseguran de impedir que el lugar sea habitado, pero por ningún lado aparece la intención de querer conservar y mantenerlo.

"Este dramático declive demográfico fue inevitable, acompañado por un descalabro urbanístico. El despoblamiento de la comuna se manifestó en el descuido de los espacios comunitarios y en la invasión de misceláneos negocios que rompían la armonía de la vía pública." Otano Garde, Santiago Plaza Capital.







"Secchi postulaba que la mejora de la calidad de vida debía acometerse sin dilapidar el territorio agrícola  y natural. La única manera de hacerlo, por tanto, era reutilizar la la ciudad existente."
García Vázquez, Carlos. Ciudad hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI. Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2004. 

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