La película abre exponiéndonos la realidad carcelaria brasilera, específicamente el caso de Bangú I, una penitenciaria de alta seguridad. Por una parte se nos presenta esta realidad desde el punto de vista del líder del BOPE, tropa de elite paramilitar, el coronel Nascimiento y por otra del profesor de historia y defensor de derechos humanos Fraga
Ahí iban a parar los jefes del trafico de droga. Los tipos que la policía atrapaban y no ejecutaban, porque tenían dinero por perder. Cada “comando” estaba en una ala aislada, sí los dejan mezclarse, los desgraciados se mataban. ¿Sabes qué hacen allí adentro? Lo mismo que hacían aquí afuera. Vivían en guerra, disputando el control del narcotráfico en la ciudad. Por mí, lo mejor era cerrar la puerta, tirar la llave lejos y dejar que los tipos se mataran ahí dentro. (Padilha, Prado, 2010)
Se puede entender bajo la percepción del texto “Parias urbanos: Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio” que tras la evolución del sistema económico y “la producción industrial estandarizada, el consumo masivo y un [nuevo] contrato social” se ha generado el “nuevo régimen de marginalidad urbana” (Wacquant, s.f., p. 167) La llegada de la postmodernidad trajo consigo “la modernización de la miseria” (Wacquant, s.f., p. 168), un nuevo grupo social desprovisto de toda protección, aislado tanto geográficamente como socialmente y sin acceso posible a la educción, por ende estancado sin más salida que el comercio ilegal y el tráfico de droga
Bangú I se parece, y mucho, a la realidad actual de nuestra ciudad. Río de Janeiro hoy está, por así decirlo sectorizado por tres grupos criminales que están en constante conflicto, y Bangú I es exactamente la misma cosa. Tres grupos criminales alimentando aún más el odio y las rivalidades entre si. Un grupo de miserables que no tuvieron posibilidad de acceder a educación, que no tuvieron ninguna oportunidad en su vida, excluidos y olvidados en las peores condiciones imaginables y siendo controlados por una policía con fuertes tendencias hacia la corrupción. (Padilha, Prado, 2010)
El sistema, al percatarse de esta nueva realidad social, entiende la pobreza como una nueva posibilidad económica rentable. Le es más fácil y conveniente controlar de cerca a los más poderosos criminales reteniéndolos en el sistema penitenciario. La realidad carcelaria se vuelve equivalente a la realidad de la ciudad. No obstante, en la ciudad se da, al igual que en la cárcel, la pérdida de libertad total. Con el surgimiento de la “nueva pobreza”, “una fracción significativa de la clase obrera se ha convertido en superflua y constituye una “población excedente absoluta” que probablemente nunca vuelva a encontrar trabajo” (Wacquant, s.f., p. 174), es este mismo sector de la población que se ve hacinado en un espacio urbano de calles estrechas, sin espacios públicos donde reina una completa anarquía espacial y social, las favelas. La vida en este espacio es el reflejo de la incapacidad total del estado en articular la ciudad formal, ordenada a través de instrumentos estructurales como planes reguladores, red de ayuda social y de salud, en breve todo aquellos aspectos que debería aportar un estado de bienestar. El intento fallido del estado en controlar el conflicto se ve reflejado en la militarización del espacio urbano. Se importan métodos de guerra para dar una solución al problema de control social. Esto da pie para que la corrupción se encargue de manejar todos los aspectos de la cotidianeidad de las personas que habitan en las favelas, les ordenan que y a quienes le deben comprar y así comienzan a regular todas las necesidades requeridas por la población. Bajo la dinámica de este sistema, es primordial impedir que los pobres puedan surgir, esto se logra a través de la estigmatización social, en “estos barrios en los que se atrinchera la miseria se han “ganado un nombre” como depósito de todos los males urbanos de la época. Lugares que hay que evitar, temer y desaprobar” (Wacquant, s.f., p. 178), por lo que se ven amarados y dependientes de este régimen de corrupción. La podredumbre de este sistema llega hasta los más altos niveles del poder. La corrupción es la que financia las campañas políticas y que permite captar cantidades importantes de votos a través de la implantación de un régimen del terror. Esto es posible únicamente gracias al apoyo de las tropas paramilitares.
El sistema entrega la mano para salvar el brazo. El sistema se reorganiza, articula nuevos intereses. Crea nuevos liderazgos. Mientras las condiciones de existencia del sistema permanezcan, el sistema va a resistir. Ahora me respondo una cosa ¿Quién será el que sostiene todo esto? Sí [el estado]. Y cuesta caro, muy caro. El sistema el mucho mayor de lo que yo pensaba. No es casualidad que los traficantes, la policía y los milicianos maten tanta gente en las favelas. No es por casualidad que existen las favelas. No es casualidad que hayan tantos escándalos, que entre gobiernos y salgan gobiernos y que la corrupción continua. Para que cambien las cosas, va a pasar mucho tiempo. El sistema es una mierda. Aún van a morir muchos inocentes. (Padilha, Prado, 2010)