Cuando el valor del signo toma más importancia que la realidad propia, hablamos de hiperrealidad. En Hundstage todo ocurre lejos del centro, en una eterna periferia. Se muestra como una ciudad de simulación, embellecida por el diseño, aspirando a la perfección. Vemos las calles vaciadas, las casas desocupadas, un simulacro de comunidad ya que ahí solo reina la incomunicación y el desprecio entre quienes la habitan. Las casas son una suerte de paradigma de excelencia, pulcras, ordenadas y simétricas. Todas están herméticamente cerradas, no dejan entrever lo que verdaderamente ahí acontece. Son una máscara que encubre las relaciones disfuncionales, desprovistas de toda comunicación. El resto de los espacios son “no lugares”, carreteras, zonas industriales y estacionamientos desiertos. Este simulacro se contrapone con la sicología de cada uno de los relatos.
La imagen comienza por enmascarar la ausencia de una realidad básica […] Esta precesión del simulacro amenaza la propia existencia de una diferencia entre lo verdadero y lo falso, lo real y lo imaginario, el significado y el significante. (Soja, 2008, p.459)
En la película nos encontramos con cuatro relatos que funcionan de manera paralela, sin tocarse. Tenemos la ex pareja que sigue viviendo bajo el mismo techo a pesar de su separación; la pareja de novios que basan su relación en la violencia; la mujer sadomasoquista y la relación con su dominador y el amigo de este; el viejo jubilado abusador de poder. Y de manera transversal, la historia del señor que vende supuesta seguridad y Anna la sicótica autoestopista. Son estas, la seguridad y la sicosis, los dos únicos elementos unificador de esta ciudad hiperreal.
En la dinámica de la ex pareja, tenemos por un lado a la mujer ninfómana que cela a su ex esposo provocándolo incesantemente, a lo cual el responde fastidiándola. La relación de incomunicación absoluta se convierte en un juego infantil, tú me molestas y yo te la devuelvo. La casa que habitan es particularmente fría y ordenada, un verdadero paradigma de hiperrealidad, en palabras de Eco es un mundo de fantasía reconstruido que es más real que la realidad (citado por Soja, 2008, p.454).
La relación disfuncional que reina entre los dos jóvenes está basada en la posesión y el sometimiento. El hombre, machista, marca su territorio autoproclamándose dueño de la go go dancer. Una vez que logra sentirla suya, simplemente ya no la quiere y la rechaza violentamente. Elle sometida, vuelve incesantemente al juego.
El sadomasoquismo y una relación de aburrimiento absoluto embargan al trío. La humillación de la cual es victima la mujer parece no importarle, el cansancio, el desgaste son los que se roban la escena. Aún así ella se entrega y absuelve a su pareja repetidamente, rompiendo así el círculo del aburrimiento.
El supuesto vendedor de seguridad encarna, de alguna manera, la integración de esta ciudad simulada y disfuncional, es él quien está presenta en cada relato de la película, ofreciendo su “concepto de seguridad” (citado por Davis, s.f., p. 196).
Anna se mueve sólo por los “no lugares”, se expone al subirse a cualquier auto y expone a los demás a través de sus preguntas y revisando sus partencias. Anna es indiscreta, igual que nosotros espectadores al inmiscuirnos en la vida de los personajes.
A continuación nos centraremos en el personaje del viejo jubilado para profundizar en algunos aspectos más particulares de la película. Es un hombre maniático y autoritario, encarna la faceta más conservadora de este universo perverso. Su vida se rige bajo una rutina, y la mantención de su hogar para que esta sea digno de excelencia, es lo que ocupa sus días. En su mundo de perfección simulada hasta la discusión de los vecinos a través de la cerca “perturba su paz” y prefiere evadir esta incomodidad con otro sonido, el de la molesta cortadora de pasto, antes de dejar entrar cualquier imperfección a su mundo. La seguridad, tema recurrente en la condominisación de la ciudad, es de gran importancia para él. No obstante desconfía de la que le ofrecen los supuestos servicios de seguridad establecidos. Cuenta con su fiel perro guardián, con una cámara de vigilancia que monitorea constantemente y nunca olvida cerrar la puerta con llave y cerrar las persianas de las ventanas. No obstante son estos mismo servicios de seguridad establecidos que se encargan de recordarle que los necesita ya que su seguridad se ha visto comprometida tras la sospechosa muerte de su moloso.
Egoísta y desprovisto de toda compasión, dirige a quienes lo rodean usando y abusando de su posición social y dinero para obtener lo que desea. Es un fiel ejemplo de simciudadano, término propuesto por Soja en “Postmetrópolis” (2008, p. 472), donde su máxima preocupación radica en que se cumplan sus derechos de consumidor, por sobre cualquier otro tipo de derechos, incluso sus derechos políticos y sociales. Esto se ve claramente en la escena en la que va al supermercado a reclamar no solo por no tener la cantidad exacta de producto en el paquete que compró, sino, que también por la molestia que eso le produce al tener que regresar al supermercado. Es un hombre que se complace en su comodidad controlada, que está en eterna búsqueda de perfección, simulando tener todo, incluso lo que ha perdido a lo largo de su vida. Esta situación se lleva al extremo cuando, a pesar de ser viudo simula la presencia de su esposa fallecida a través de su empleada. Esta mujer participa en una suerte de juego de rol en la que viste ropa de la difunta esposa, juega a una búsqueda del tesoro para encontrar su regalo de supuesto aniversario y todo culmina en un striptease para su supuesto esposo. Volviéndose ella un holograma de su esposa, una realidad que no es realidad, o como Baudrillard mencionado en el texto de Soja “de ahora en adelanta la relación se ha invertido, que el mapa tal y como era, precede al territorio el símbolo a la cosa. Aunque esta palabrería es en sí misma ilegítima, con la proliferación de la simulación, incluso las palabras que usamos fingen tener lo que no tienen” (citado por Soja, 2008, p.455).
Ninguno de los personajes tiene posibilidad de salir de esta realidad simulada, no hay futuro posible, y esto se muestra en de la ausencia completa de niños en la película. Sin embargo los niños están presentes en cada uno de los personajes a través de sus peores rasgos. De este hombre no se espera nada, debido a su avanzada edad no existe ni siquiera el intento de salir de esta simulación eterna donde reina la incomunicación.
Catalina Arre & Sandra Hayvel
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